La estafa del catfishing pone en peligro a aficionados y golfistas

El catfishing —la suplantación de identidad para engañar en internet— se ha convertido en una plaga silenciosa que afecta con especial crudeza al deporte femenino. El New York Times / The Athletic destapó el 15 de agosto de 2025 un caso que golpea de lleno a la LPGA (Ladies Professional Golf Association). La investigación mostró cómo, en apenas 20 minutos, un perfil falso de un aficionado cualquiera recibió un mensaje directo de una supuesta Nelly Korda, actual número 2 del mundo. No era Korda, sino un estafador que buscaba trasladar la conversación a canales menos vigilados como Telegram o WhatsApp.

El modus operandi es claro y repetido:

Se crea una cuenta que imita al detalle el perfil de una golfista profesional.

Contacta rápidamente a seguidores o fans.

Tras un breve intercambio, se ofrece una falsa relación privilegiada: cenas privadas, acceso VIP a torneos, llamadas personales.

Se exige un pago en criptomonedas o tarjetas regalo como condición para ese supuesto acceso exclusivo.

Una vez hecho el ingreso, la cuenta desaparece.

El impacto en fans y atletas

Los daños no se limitan a lo económico. Aunque muchos seguidores han perdido dinero, el peligro mayor es psicológico y de seguridad. El caso de la golfista e influencer Hailey Ostrom es ilustrativo: un hombre, convencido de mantener una relación con ella a través de un perfil falso, llegó a enviar 50.000 dólares antes de decidir viajar hasta su domicilio real. El engaño virtual se transformó en acecho físico.

El propio entorno deportivo comienza a reconocer la gravedad. Nelly Korda ha alzado la voz públicamente, recordando que estos fraudes no solo manchan la reputación de las jugadoras, sino que ponen en riesgo la confianza de los aficionados y su propia seguridad personal.

La raíz del problema: redes sin control

Las plataformas sociales permiten que un estafador abra en minutos una cuenta con foto y nombre de una atleta reconocida. Mientras los sistemas de verificación fallan, los algoritmos premian la interacción y no la autenticidad. Así, el fraude no solo es posible: se multiplica.

El catfishing no es un error aislado; es el síntoma de un ecosistema digital donde el incentivo no es proteger a la persona, sino mantenerla enganchada. Lo que empieza como un mensaje privado puede terminar como un fraude económico o una amenaza real a la integridad de las víctimas.

La voz del Observatorio

Cada estafa digital roba algo más que dinero: roba la confianza, erosiona la seguridad y convierte la admiración en vulnerabilidad.

En el Observatorio de Defensa Digital trabajamos para exponer estos mecanismos, acompañar a las víctimas y recordar una verdad incómoda: lo digital no es un juego inocente.

Si te pareció impactante lo que acabas de leer, imagina lo que aún no se cuenta. En el Observatorio te lo vamos a mostrar. Porque la defensa de lo humano en la era digital empieza por no cerrar los ojos.